A pesar de los desafíos, la diversificación de agroecosistemas se presenta como una estrategia para asegurar la productividad a medida que el cambio climático y sus fenómenos extremos se vuelvan cada vez más comunes y al mismo tiempo puede traer beneficios ambientales, nutricionales y socioeconómicos, creando nuevas oportunidades de mercado desde modelos socioeconómicos redistributivos.

Pero antes destacar la importancia de diversificar los agroecosistemas. El primer motivo, de vital importancia, es el de ir reduciendo la dependencia a insumos externos para producir nuestra comida, entendiendo que son toda clase de recursos no renovables, como los fertilizantes, pesticidas y combustibles fósiles. Por un lado, los pesticidas destruyen la vida pero nunca podrán solucionar la raíz del problema. Por otro lado, los fertilizantes a base de N-P-K comienzan a escasear, sus precios cada vez son más elevados e insostenibles y su uso está asociado a múltiples conflictos mundiales que podrían llevarnos a una crisis alimentaria. Y por último, la dependencia de combustibles fósiles, tanto en la producción como en el transporte de alimentos, cada vez será más insostenible por el agotamiento de los mismos, por lo que se hace inminentemente necesario poner en práctica alternativas.

Otro de los motivos, en estrecha relación con el primero, valora la importancia de diversificar los agroecosistemas para alcanzar nuestra soberanía alimentaria. Actualmente los sistemas de producción agrícola están híper especializados en cultivar un único producto que en gran porcentaje viajará a países lejanos. Esta situación es insostenible teniendo en cuenta la escasez y agotamiento de recursos necesarios para impulsar este sistema alimentario. Es importante, por tanto, producir la mayor variedad posible de alimentos próxima a los lugares donde serán consumidos.